Estupor de siglos, estallaCronicas de este mundo Sangre sembrada de mártires y héroes. Guerra del Gas. El 12 de octubre de 2003 ocurrió un acontecimiento singular y que parecía carente de importancia. Los canales de televisión en Bolivia comenzaron a emitir los últimos estrenos de Hollywood, los más taquilleros, los que antes llegaban siempre tarde. No había generosidad en ese acto. Era solo una manera de ocultar y desviar la atención de la masacre que ese día se llevó adelante en la ciudad de El Alto, satélite rebelde de La Paz. El gobierno neoliberal había dado la orden de liberar, a sangre y fuego, el paso a los camiones de gasolina para abastecer a la ciudad. Convoys de la muerte custodiados celosamente por miles y miles de militares armados hasta los dientes. Ese día 37 hombres y mujeres fueron asesinados por las balas del ejército mientras resistían el saqueo. El hartazgo por las medidas de ajuste y privatización del gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) se volvió furia cuando se descubrió que se pretendía exportar gas a precio de gallina muerta a Estados Unidos vía Chile. Este no es un dato menor Para colmo, el tratado de 1904 significó la claudicación del país, la oligarquía gobernante cedió deshonrosamente, sin chistar, el territorio usurpado a cambio de concesiones económicas. Territorio por plata. Así pensaba la patria el Señorío, como mercancía propia. Algo similar hicieron con la Guerra del Acre contra el Brasil (1899-1903) y en la del Chaco (1932-1935), donde el gigante petrolero norteamericano Standar Oil Co. Of Bolivia, que operaba a precio de gallina muerta casi cuatro millones de hectáreas en el oriente del país, actuó artéramente contra Bolivia durante toda la contienda a favor de los intereses anglo-argentinos asentados en el Paraguay. Finalizada la guerra, con la pérdida para Bolivia de todo el Chaco Boreal, los presidentes Toro y Busch nacionalizaron y expulsaron a la Standrd Oil, pero a la caída de estos, los gobiernos oligárquicos repusieron con honores a la compañía fundada por Rockefeller. Así rifaban las elites la patria. Una afrenta a los 50 mil soldados bolivianos muertos en el conflicto, a los miles de heridos, mutilados, cercenados. Un estupor de siglos continuaba escupiendo a la cara de los oprimidos de la tierra Lo marca la historia de Bolivia, cuando se cortan los lazos de la ciudad capital con el resto del país, el gobierno cae. Es la memoria mítica de los cercos indígenas de Tupak Katari y Bartolina Sisa, también del Temible Zarate Wilka. El presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, criado desde los cuatro años en los Estados Unidos, ordenó liberar como sea el aislamiento de La Paz. En cinco días de resistencia heróica en las calles de El Alto, unos 70 dejaron su sangre en esa ciudad heroica. Hicieron caer al gobierno, Sánchez de Lozada huyó como rata un día como hoy, hace 10 años, en helicóptero y hoy goza de los privilegios de refugiado en la nación en la que se crió. Bolivia reclama su extradición por genocida. Esos mártires cambiaron la historia de Bolivia Hoy desfile de sombreros, colores y lienzos en la Asamblea Plurinacional, en los despachos oficiales, en las plazas públicas, en el día a día, aquí y allá. Se acabaron las fases feudales del Estado. Con potencia volcánica 36 nacionalidades reconocidas en un Estado Plurinacional. Viven. Y es que en apenas 10 años la historia se dio vuelta de cuajo. Como si hubiese colapsado. En tan breve tiempo arrojó del edén más de 500 años de colonia, feudalimo, oligarquía. Los indios no votaban, recién lo lograron en 1956, no tenían derecho a nada ni a la propia vida. Bolivia no tenía nada que envidiarle en su concepto de exclusión racial al Estados Unidos de la segregación o a la Sudáfrica del Apartheid. Hasta la aparición del estaño a principios del siglo XX los grandes señores y el país vivían de la contribución indigenal, esa explotación sostenía a esa casta. Como señala el historiador boliviano René Zavaleta Mercado: “Se trataba de un impuesto a los individuos en cuanto indios, un tributo sobre la condición racial”. El Estado colonial, oligárquico y neoliberal, en todas sus fases, se construyó en su aversión y odio a los pueblos originarios. “El devastado temor a toda multitud de indios es quizás el más ancestral de los sentimientos de los sectores que se identifican como no indígenas en Bolivia”, sostiene Zavaleta Mercado. Con el boom del estaño, Bolivia pasó a ser potencia mundial en la producción de ese metal, pero el Estado quedó preso de la Rosca Minera, y pasó a ser un simple subordinado de los Barones del Estaño: Simón Patiño, Mauricio Hochschild y Carlos Aramayo, desde fin del siglo XIX hasta la revolución nacionalista de 1952 todos los presidentes estuvieron vinculados, lo que es decir, sometidos, al Metal del Diablo, como lo bautizara el periodista Augusto Céspedes en su libro que denuncia el cochina entuerto. Las únicas honrosas excepciones fueron las de Germán Busch y Gualberto Villarroel. La supresión de la dignidad y la igualdad eran ley en el Estado En mayo de 1945 el gobierno de Villarroel impulsó el Primer Congreso Campesino de Bolivia en La Paz. El coronel Nogales inuguró el Congreso. Esto dijo en aymara: “El tiempo de los abusos que los indígenas sufrían ha terminado”. En honor al Congreso Villarroel firmó los decretos que suprimían estas instituciones feudales que implicaban el trabajo gratuito de ambos sexos para el blanco. El Señor hasta tenía derecho a los favores sexuales de las mujeres. Augusto Céspedes, en su libro El Presidente Colgado, cita la riquísima variedad de privilegios para la esclavitud del que gozaba el blanco: “cacha o apirí, islero, algiri, hilado, tejido, mukeo, lavado, mulero, vaquero, pastoreo”. El decreto los abolió. Imponía la orden presidencial: “La prestación de acémilas, arreos y envases para el transporte de productos, la entrega de corderos , aves de corral y otras especies no podrá ser exigida por parte de los propietarios en forma gratuita y menos a precios viles”. Además “se declara al colono dueño absoluto de su cosecha que podrá vender en libre comercio” y se prohíbe “a las autoridades, ya sean administrativas, judiciales, eclesiásticas, provinciales, cantonales obligar a los indígenas -colonos, comunitarios o residentes en ciudades o pueblos- a prestar servicios gratuitos”. Poco más de un año después el general Villarroel, quien dijo “no soy enemigo de los ricos pero soy más amigo de los pobres” fue colgado por una turba en un farol de la Plaza Murillo, frente al Palacio de Gobierno. Fue el 21 de julio de 1946, la oligarquía en alianza con los Estados Unidos y la prensa no iban a permitir la afrenta de considerar que el indio era un ser humano con derechos. Pocos meses antes, el 10 de enero de 1946 a los directores de El Diario, La Razón, Ultima Hora, La Noche, La Calle, Pregón y los corresponsales de AP, UP, Reuter, Noticia Boliviana y American Metal Market, para dar cuenta de que no se vivía en un régimen nazifascista y que algunos de ellos operaban en tal sentido. También los inquirió: “Deseo preguntarles si el capitalismo ha hecho algún beneficio en nuestro pueblo. Tenemos una tradición de más de un siglo de vida republicana y ¿qué beneficios ha dejado el capitalismo en el país? Nosotros no queremos hacer gobierno con gente que eternamente ha vivido del privilegio, sino que buscamos el apoyo de las masas sin esperar demostraciones de gratitud o reconocimientos de ellas”. La respuesta del director de El Diario, Julio César Canelas, contestó: “La mejor política es mantener en su mismo nivel a todas las clases sociales y económicas de Bolivia. Yo veo muy peligroso alentar una idea de privilegio a una clase empobrecida, como el proletario, especialmente el nuestro que es muy ignorante y pobre”. Quince años después El Diario seguía fiel a esos principios, lo cuenta el historiador boliviano Sergio Alamaraz, en su libro Requiem para una República. El Diario es un buen ejemplo de lo que pasaba con la prensa. Cuando el doctor Mario Rolón Anaya se hizo cargo de su dirección, un día encontró junto al cheque pagado por la empresa, otro por 500 dólares que procedía de la Embajada americana. Lo rechazó dando lugar a que Mario Carrasco comentara que “por primera vez El Diario tenía un director honesto”. Además de esta modesta asignación, por tratarse de la dirección del diario más importante del país, la Embajada paga 1.500 dólares mensuales a la empresa. La llegada de Evo no fue en un cerrar y abrir de ojos Lucha subterránea. Como dijo Raúl Scalabrini Ortíz de las masas que se levantaron en Argentina el 17 de octubre de 1945. Era el subsuelo de la patria sublevada. Paciencia de siglos ante un proceso sistemático de racismo, eliminación y segregación contra las mayorías de este país. Hasta el 2006 era habitual en Bolivia la expresión “chola de mierda” o “indio de mierda”, que no se les permitiera viajar en avión, que dejaran pasar a los blancos a su paso. Un sistema creado para humillar y usar al indio como bestia de carga, como mano de obra esclava para el blanco. Cuando Evo llegó al poder los Señores se murieron de miedo, el miedo ancestral a la multitud india. Le decían “hijo de llama”. Pintaban: “Indio, Santa Cruz será tu tumba”. Por eso no es posible olvidar lo que señala Herbert Kelin en Los orígenes de la Revolución Nacional boliviana: “La vida de los colonos bolivianos era muy rigurosa aún para las normas de la América Latina, debido a que prestaban servicios personales al igual que los esclavos y por la completa ausencia de pago en dinero o su equivalente (…) todo ese sistema no tenia sanción legal dejando a los patrones libertad para fijar normas de trabajo de acuerdo con las exigencias del mercado”. Pasó la colonia, pasó la oligarquía, las dictaduras, los neoliberales, los gringos, pero nunca los pudieron eliminar. Tatuado en el ojo el horror ancestral. Y Evo, el catalizador. El que alguna vez subestimó al pueblo boliviano que busque en youtube con las palabras Octubre Negro o Guerra del Gas, verán de lo que es capaz la entrega y el coraje de este pueblo históricamente sojuzgado. Que literalmente le ha puesto el pecho a las balas en defensa de su legado, su tierra, su territorio. Ahí están los héroes ya parte del suelo en Warisata, Sorata, El Alto que recuperaron los recursos naturales para Bolivia. Posdata: Tupac Katari dijo: “Volveré y seré millones”. Cumplió. |